Las primeras palabras de Jesús en el evangelio de Marcos dicen así: «Se ha cumplido el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el evangelio» (Mc 1,15). Así pues, la conversión no sólo está relacionada con la confesión, sino que ha de marcar toda nuestra existencia, pues pertenece a la esencia de nuestra vida. El motivo para convertirse es la cercanía del reino de Dios. Porque Dios está cerca, porque en Jesucristo ha venido a nosotros el Dios de bondad y de misericordia, tenemos que convertirnos. Tenemos que dejar de mirarnos a nosotros mismos, para volvernos hacia Dios.
El principal peligro de nuestra vida consiste en que estemos siempre dando vueltas en torno a nosotros mismos, en preguntarnos siempre qué es lo que me aporta la vida. Entonces nos ocupamos siempre y exclusivamente de nosotros mismos y de nuestro propio bienestar. Para Jesús, esto es un camino equivocado, un camino que conduce a un callejón sin salida. Con su invitación a la conversión, Jesús me está cuestionando: ¿Conduce tu existencia a la Vida o a la muerte? ¿Te da vitalidad o te entumece? ¿Te lleva a la vaciedad o a la fecundidad? A lo largo de este camino, ¿te encuentras contigo mismo, con tu verdadero «yo» o, por el contrario, sales huyendo de él?
«Convertirse» significa volverse hacia Dios. Y en la medida en que me vuelvo hacia Dios y avanzo hacia él, encuentro mi ser más verdadero, mi «yo» más auténtico. Para Jesús, convertirse consiste en creer en el evangelio, creer en la buena nueva de la cercanía del Dios de amor y salvación que él viene a anunciarnos. Si confiamos en las palabras de Jesús, nos veremos libres del terror que pretenden infundir tantos y tantos mensajes que nos inundan y que nos prometen la vida. Creer en su predicación nos libera del miedo a errar nuestro camino. La conversión es invitación a la vida. Algunos predicadores de la conversión nos transmiten más un «mensaje de amenaza» que una buena noticia. Nos amenazan con el juicio y el infierno. Pretenden obligarnos a seguirlos y a aceptar sus terroríficas imágenes de Dios. Pero este no es el mensaje de Jesús, que nos anuncia la proximidad de un Padre amoroso y misericordioso. El significado exacto de metanoia -término griego con que se designa la conversión- es «reconocer con posterioridad», «cambiar de mentalidad», «pensar de manera diferente». El prefijo meta también puede significar «detrás de». Entonces «conversión» significaría «mirar detrás de las cosas», «descubrir a Dios mismo en todos los hombres y en la creación», «reconocer, en nuestras experiencias cotidianas, al Dios que nos habla». Así pues, «convertirse» significa reconocer lo auténtico, lo verdadero que está escondido en todas las cosas. Jesús habló de tal manera acerca de la realidad del mundo, que Dios resplandece en todo. En sus parábolas mostró el mundo, desde Dios, con total transparencia. «Conversión» significa, pues, mirar con la mirada de Jesús para llegar a descubrir en todo lo que me encuentro al Dios que me habla a través de las personas con que trato, por medio de las experiencias de felicidad, en la adversidad, por medio del éxito y del fracaso, a través de mis pensamientos, en las palabras que otros me dirigen. «Conversión» significa, finalmente, tener siempre presente, en toda circunstancia, que Dios está cerca de mí, que me habla, que actúa en mí.
Anselm Grün, La Penitencia.
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